Los cumpleaños son, para mi, un suceso digno de trauma. Esto se debe a que según van pasando los años me quedo mas solo. Demostrado está en el hecho de que, cuando era joven y guapo, me llovían llamadas de felicitación a partir de las 12 de la noche. Llovían. Y nunca entendí eso de las 12 de la noche si yo nací a las 6:25 de la mañana pero en fin, es tu día y el día para los listillos empieza a las 12. En mi último cumpleaños me llamaron mi ex, Alan y mi mamá para decirme algo de viajar a CDMX. No juntos. Alan me llamó para felicitarme, Mónica para quedar y llevarme a Damián y mi mamá para lo del viaje... en fin que, como explicaba, es terrible darte cuenta de esto. En el lado amable de las cosas, conforme pasan los años también me doy cuenta de que aquello que yo solía llamar “la depresión del mes antes de mi cumpleaños auspiciada por la sensación de ir perdiendo importancia para el resto del mundo” se ha ido reduciendo significativamente, de un mes a 3 semanas, 2 semanas, 1 sem