Mis ojos siempre saben lo que hacer cuando hay un escote frente a ellos:
se deslizan como trineo en invierno, saltan como al vacio un paracaidista, se liberan de tapujos y voltean bruscamente para tocar.
Mis ojos siempre saben lo que hacer cuando ven una cadera frente a ellos:
se van por el final de una espalda, descolgandose por el cabello de la susodicha y hacen honores al placer.
Porque sus nalgas son endemoniadamente perfectas para el tamaño de mis manos.
se deslizan como trineo en invierno, saltan como al vacio un paracaidista, se liberan de tapujos y voltean bruscamente para tocar.
Mis ojos siempre saben lo que hacer cuando ven una cadera frente a ellos:
se van por el final de una espalda, descolgandose por el cabello de la susodicha y hacen honores al placer.
Porque sus nalgas son endemoniadamente perfectas para el tamaño de mis manos.
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