En México no hay “departamento de justicia”. En México no hay ni
justicia por si misma. En México la justicia está en la propia mano y
hay que ir a sacarsela al puerco de las entrañas.
En México hay protestas. Grandes y chicas. Los muy pocos hacen su parte. Los muy muchos no hacen nada. O, bueno, lo hacen en la computadora o la televisión. O cuando hay alguna recompensa de por medio.
Yo no me jacto de ser un revolucionario. Yo no estoy cambiando nada. Pero trato de hacer mi parte. “¿Cómo?” me preguntan, “¿qué haces tu para hablar de ‘hacer tu parte’?” me reclaman. Yo digo la verdad en mis canciones. Yo hablo con la verdad en mi vida. Vivo mi día como si mi esposa y mis padres estuvieran al lado viendome y escuchandome. Yo no le ofrezco mordida al puerco que me para en la calle. Yo me guardo mis basuras en la bolsa y las tiro al llegar a casa. Yo no le creo a nadie su verdad absoluta. Yo me compro las verdades que creo que son mejores y me quedo con las partes de cada una que, a mi criterio, suenan verdaderas. Yo tengo ética. Yo no pido bolsa en el Oxxo. Yo le digo al policía que está registrando al albañil en la calle “esto es ilegal, no existen las revisiones de rutina, según los artículos XIV y XVI de las garantías individuales y el I de la constitución mexicana estas violando sus derechos y libertades”.
Esas son mis protestas chicas. Esa es mi revolución. Es lo que le enseño a mi hijo. Ser cortés, tolerante, respetuoso, amable y saber cuando partirle su puta madre a cualquier pendejo que confunda cualquiera de estas virtudes con ser pendejo.
Este es mi país y lo respeto y lo quiero y me molesta y frustra que esté tan podrido y lleno de mierda. De arriba a abajo. De adentro a afuera. Y por eso hago mi lucha. Insignificante para muchos. De pendejos para otros. Importantísima para mi.
”SI EL VOTO CAMBIARA ALGO, SERÍA ILEGAL” leí esta mañana en la calle…
En México hay protestas. Grandes y chicas. Los muy pocos hacen su parte. Los muy muchos no hacen nada. O, bueno, lo hacen en la computadora o la televisión. O cuando hay alguna recompensa de por medio.
Yo no me jacto de ser un revolucionario. Yo no estoy cambiando nada. Pero trato de hacer mi parte. “¿Cómo?” me preguntan, “¿qué haces tu para hablar de ‘hacer tu parte’?” me reclaman. Yo digo la verdad en mis canciones. Yo hablo con la verdad en mi vida. Vivo mi día como si mi esposa y mis padres estuvieran al lado viendome y escuchandome. Yo no le ofrezco mordida al puerco que me para en la calle. Yo me guardo mis basuras en la bolsa y las tiro al llegar a casa. Yo no le creo a nadie su verdad absoluta. Yo me compro las verdades que creo que son mejores y me quedo con las partes de cada una que, a mi criterio, suenan verdaderas. Yo tengo ética. Yo no pido bolsa en el Oxxo. Yo le digo al policía que está registrando al albañil en la calle “esto es ilegal, no existen las revisiones de rutina, según los artículos XIV y XVI de las garantías individuales y el I de la constitución mexicana estas violando sus derechos y libertades”.
Esas son mis protestas chicas. Esa es mi revolución. Es lo que le enseño a mi hijo. Ser cortés, tolerante, respetuoso, amable y saber cuando partirle su puta madre a cualquier pendejo que confunda cualquiera de estas virtudes con ser pendejo.
Este es mi país y lo respeto y lo quiero y me molesta y frustra que esté tan podrido y lleno de mierda. De arriba a abajo. De adentro a afuera. Y por eso hago mi lucha. Insignificante para muchos. De pendejos para otros. Importantísima para mi.
”SI EL VOTO CAMBIARA ALGO, SERÍA ILEGAL” leí esta mañana en la calle…
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