De cuando en cuando. Por las mañanas. O que te quedaras a dormir un par de veces al mes. Y leer cada esquinita de tu universo. Y contarte los besos. Y lamerte las plantas de los pies hasta dejarlas bien limpias para que de dónde vienes no fuera un impedimento. O a lo mejor que me convidaras de tu desequilibrio mental y hacernos un drama cada par de meses para abandonarnos cada par de años e irremediablemente volver a encontrarnos y decirnos que nos amábamos sin haber dicho más cosa que un “como estuvo tu día?”.
Y resulta que hoy, que me robas la almohada en mitad de la noche y me pateas dormida. Hoy que ya no brincas si toso. Hoy después de tanto en tan corto tiempo, tener tu atención puede esperar por que sé que veo tu luz alumbrando a mi réplica en miniatura por su camino y yo me alegro de ser el poste que sostiene esa luz y crece al mismo tiempo de ella.
Sin escribirte tal vez hubiera cumplido esos sueños de juventud de morirme solo, joven, nublado y entumecido.
Gracias por salvarme.
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