-Entonces -dijo con voz sobresaltada-, ¿quieres una bruja?
-¡Claro! -respondí sin pensar.
-¡Cada vez eres mas inteligente!
-Soy una bruja -le dijo.
Acostados en el sofá de la sala, donde un par de horas antes el destapaba el vino tinto que terminaría por bañar sus besos, con el aroma de la cena que ella había preparado flotando aun en el ambiente, soltó la confesión mas grande de su existencia. Todas sus ropas estaban en su lugar, el sudor era inevitable por el clima y la cercanía, mas no por el amor. Entre ellos dos el amor ya estaba hecho desde que cruzaron miradas en aquel bar de buena vida y no fue necesario que intentaran hacerlo para entender que, de uno u otro modo, estaban destinados a vivir ese instante, en el que ella abriría por primera vez la caja de secretos que casi había olvidado que existía.
Sin saber que responder ante tales palabras, volvió a mirarle fijamente a los ojos, acerco sus labios a los de ella y, sin titubear, le beso de nuevo. Esta vez de un modo distinto, con mas fuego dentro de si, con las ganas de atraparle en sus brazos para siempre carcomiendolo por dentro. Sabiendo que cada beso podría ser el ultimo. Que ella, igual que el resto, podía desaparecer de su vida sin dejar rastro alguno, aun mas ahora que sabia su verdad.
Cuando era niño, su madre le contó historias sobre brujas para asustarlo. Poco sabia que -lejos de ahuyentar su deseo- le animaba con cada cuento a su sueño mas grande: "enamorar a una bruja". Leyó y estudio el tema, busco por todos lados a una bruja, pero todos sus intentos eran en vano; las brujas, al parecer, habían desaparecido después de aquellas cacerías sin cuartel y guerras despiadadas de que habían sido victimas, en las cuales fueron quemadas miles de mujeres, entre ellas una centena de inocentes que, sin escapatoria, pagaron el precio de vivir en una sociedad retrograda y sin fundamentos para juzgar lo que desconocían.
Repetía en su cabeza "ella no parece una bruja" pero se sentía desconcertado al ver en sus ojos ese brillo que nunca antes había visto y que lo dejaba perdido cada que se miraban de lado a lado de la barra. "Ella no parece una bruja pero debo intentarlo, tiene todas las señales". Sabia que una bruja podía matarlo con la mirada si así lo deseaba, que con un conjuro mágico la vida se le saldría del cuerpo sin poder hacer nada. Eso decían los cuentos. Eso contaban las historias que había leído y las personas con las que se había entrevistado en su afán de poder conocer a una bruja.
Aquella vez estaba de copas, no estaba buscando nada. Acepto la invitación de sus amigos para ir a beber. Se había rendido hacia unos meses y, a sus 39 años, creía que era muy infantil seguir en su afán. Sin embargo había encontrado el brillo de los ojos, las marcas de las manos, el caminar casi flotando y la juventud que no lo parecía. Esto ultimo era lo mas difícil de entender cuando lo leyó, no tenia el mas mínimo sentido, "juventud que no lo parece". Pero al verla comprendió a que se referían los viejos de los pueblos, los libros de la biblioteca. Ella parecía muy joven a pesar de los rasgos de su cara y, de lejos, al verla, todo encajaba perfectamente en la descripción.
Sin mas vacilación y con la sonrisa en la cara, se acerco y le saludo con la tranquilidad de quien saluda a su mas viejo amigo, con confianza, como si ya la conociera.
-¿Como estás? -pregunto.
-Muy bien -respondió tajante.
-No quiero molestarte, me gustaría invitarte un trago.
-Muy bien -repitió sin otro gesto que la sonrisa que había cargado todo el tiempo.
Se separaron del grupo y se sentaron en una mesa. Pasaron largo rato hablando. Poco a poco ella fue abriéndose y soltándose, dejando a un lado la primera impresión que había tenido al verlo de ser otro mas de los que van a un bar a levantar niñas de 20 para pasar el rato y desaparecer. Ella no tenia 20, de hecho estaba cerca de su edad y le había calculado a el 2 años menos de los que tenia. Se sentía halagado aunque dudaba de si había sido un truco o estaba siendo sincera.
-Debo ser honesto -susurro de pronto, rompiendo el hilo de la conversación-, jamas había hecho esto.
-¡No te creo! -dijo sonriendo irónicamente-, esos trucos no funcionan conmigo, puedes decir la verdad.
-Entonces diré la verdad: jamas había hecho esto. Tengo 39 años y jamas tuve el valor de acercarme a una desconocida y hablarle. De joven todo funcionaba solo, un par de miradas, un brindis de lejos cuando el mesero entregaba la copa que les enviaba y, mágicamente, aparecían en mi mesa para agradecer y sentarse.
-Y luego salir del lugar contigo, ir a tu casa a coger y nunca mas volver a verse.
-No, no. No soy esa clase de persona.
-Lo tienes tatuado en la frente.
-No tengo una casa -bromeo-, es un departamento.
-¡Que lastima! -dijo a carcajadas-, lo tenia todo planeado.
-Es que no me apetece esta vez.
-¿Lo de coger?
-Lo de no volver a verte.
-¡Claro! -respondí sin pensar.
-¡Cada vez eres mas inteligente!
-Soy una bruja -le dijo.
Acostados en el sofá de la sala, donde un par de horas antes el destapaba el vino tinto que terminaría por bañar sus besos, con el aroma de la cena que ella había preparado flotando aun en el ambiente, soltó la confesión mas grande de su existencia. Todas sus ropas estaban en su lugar, el sudor era inevitable por el clima y la cercanía, mas no por el amor. Entre ellos dos el amor ya estaba hecho desde que cruzaron miradas en aquel bar de buena vida y no fue necesario que intentaran hacerlo para entender que, de uno u otro modo, estaban destinados a vivir ese instante, en el que ella abriría por primera vez la caja de secretos que casi había olvidado que existía.
Sin saber que responder ante tales palabras, volvió a mirarle fijamente a los ojos, acerco sus labios a los de ella y, sin titubear, le beso de nuevo. Esta vez de un modo distinto, con mas fuego dentro de si, con las ganas de atraparle en sus brazos para siempre carcomiendolo por dentro. Sabiendo que cada beso podría ser el ultimo. Que ella, igual que el resto, podía desaparecer de su vida sin dejar rastro alguno, aun mas ahora que sabia su verdad.
Cuando era niño, su madre le contó historias sobre brujas para asustarlo. Poco sabia que -lejos de ahuyentar su deseo- le animaba con cada cuento a su sueño mas grande: "enamorar a una bruja". Leyó y estudio el tema, busco por todos lados a una bruja, pero todos sus intentos eran en vano; las brujas, al parecer, habían desaparecido después de aquellas cacerías sin cuartel y guerras despiadadas de que habían sido victimas, en las cuales fueron quemadas miles de mujeres, entre ellas una centena de inocentes que, sin escapatoria, pagaron el precio de vivir en una sociedad retrograda y sin fundamentos para juzgar lo que desconocían.
Repetía en su cabeza "ella no parece una bruja" pero se sentía desconcertado al ver en sus ojos ese brillo que nunca antes había visto y que lo dejaba perdido cada que se miraban de lado a lado de la barra. "Ella no parece una bruja pero debo intentarlo, tiene todas las señales". Sabia que una bruja podía matarlo con la mirada si así lo deseaba, que con un conjuro mágico la vida se le saldría del cuerpo sin poder hacer nada. Eso decían los cuentos. Eso contaban las historias que había leído y las personas con las que se había entrevistado en su afán de poder conocer a una bruja.
Aquella vez estaba de copas, no estaba buscando nada. Acepto la invitación de sus amigos para ir a beber. Se había rendido hacia unos meses y, a sus 39 años, creía que era muy infantil seguir en su afán. Sin embargo había encontrado el brillo de los ojos, las marcas de las manos, el caminar casi flotando y la juventud que no lo parecía. Esto ultimo era lo mas difícil de entender cuando lo leyó, no tenia el mas mínimo sentido, "juventud que no lo parece". Pero al verla comprendió a que se referían los viejos de los pueblos, los libros de la biblioteca. Ella parecía muy joven a pesar de los rasgos de su cara y, de lejos, al verla, todo encajaba perfectamente en la descripción.
Sin mas vacilación y con la sonrisa en la cara, se acerco y le saludo con la tranquilidad de quien saluda a su mas viejo amigo, con confianza, como si ya la conociera.
-¿Como estás? -pregunto.
-Muy bien -respondió tajante.
-No quiero molestarte, me gustaría invitarte un trago.
-Muy bien -repitió sin otro gesto que la sonrisa que había cargado todo el tiempo.
Se separaron del grupo y se sentaron en una mesa. Pasaron largo rato hablando. Poco a poco ella fue abriéndose y soltándose, dejando a un lado la primera impresión que había tenido al verlo de ser otro mas de los que van a un bar a levantar niñas de 20 para pasar el rato y desaparecer. Ella no tenia 20, de hecho estaba cerca de su edad y le había calculado a el 2 años menos de los que tenia. Se sentía halagado aunque dudaba de si había sido un truco o estaba siendo sincera.
-Debo ser honesto -susurro de pronto, rompiendo el hilo de la conversación-, jamas había hecho esto.
-¡No te creo! -dijo sonriendo irónicamente-, esos trucos no funcionan conmigo, puedes decir la verdad.
-Entonces diré la verdad: jamas había hecho esto. Tengo 39 años y jamas tuve el valor de acercarme a una desconocida y hablarle. De joven todo funcionaba solo, un par de miradas, un brindis de lejos cuando el mesero entregaba la copa que les enviaba y, mágicamente, aparecían en mi mesa para agradecer y sentarse.
-Y luego salir del lugar contigo, ir a tu casa a coger y nunca mas volver a verse.
-No, no. No soy esa clase de persona.
-Lo tienes tatuado en la frente.
-No tengo una casa -bromeo-, es un departamento.
-¡Que lastima! -dijo a carcajadas-, lo tenia todo planeado.
-Es que no me apetece esta vez.
-¿Lo de coger?
-Lo de no volver a verte.
Te la tomo prestada, "no me apetece no volver a verte". He pensado que nos hemos vuelto más abiertos para decir "te quiero coger" y, sin embargo, lo que está más cerca de nuestra intención puede jamás manifestarse, como si pudiéramos lavar, experiencia tras experiencia, el deseo de continuidad, la curiosidad genuina por el otro y esa búsqueda incansable por dominar la soledad en compañía. Porque, finalmente, ¿qué es el hombre sino un ser que ha nacido para hablar? ¿Y qué son las palabras, sino rasgos eróticos para la seducción? No sólo la seducción sexual, sino la seducción para la compañía. Qué valiente, por pedírselo a una bruja. Enhorabuena.
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