De pronto me sorprendí en mi escritorio, tecleando pedidos y pidiendo pagos y esperando las comisiones, con camisa de cuello y zapatos de vestir. Contestando el teléfono a un cliente para confirmar la entrega de su mercancía. Con mi mujer esperando en casa para cenar y mi hijo enojado por que lo despertaron de su siesta de la tarde. Mi moto me espera allá afuera de la oficina para llevarme de vuelta a ver una película en el cuarto de televisión de la casa que compré. Yo, el que no iba a crecer ni a cambiar y que, por ningún motivo iba a permitirse ser algo que no quisiera. El que se iba a morir en los late twenties de algo horrible provocado por drogas, alcohol, velocidad, quiensabeques de furia. Que quede claro que estos zapatos, esta camisa, esta oficina, este pelo corto y estas mejillas afeitadas y esta vida entera y completa no son traiciones. Ajusté el mundo a mi y el mundo se ajusto a lo que yo fui queriendo, conforme fui entendiendo que quería/necesitaba y hoy, a mis 31 a...